La siguió hasta un lecho sueños; bebió promesas húmedas de sus labios de seda; y se sumergió en el verde infinito de su mirada. Antes de caer dormido, ella le susurró su nombre: Esperanza. Cuando abrió los ojos, sin embargo, la hermosa figura que había dormitado a su lado, no era más que un pellejo decrépito torpemente sostenido por un puñado de huesos. “¿Quién eres?” preguntó aterrado. “Realidad, me llaman algunos…”, respondió ella articulando la oscuridad mellada de su boca.”…Abrázame fuerte”.