Indudablemente la noticia con mayor repercusión mediática de la edición de este año de la feria de videojuegos E3, ha sido la presentación del Project Natal por parte de Microsoft, un accesorio para Xbox 360 que será comercializado a principios del 2010.
Siguiendo la estela de la exitosa Wii de Nintendo, Project Natal prentende revolucionar la forma de jugar a videojuegos, pero esta vez prescindiendo de cualquier controlador. Nostros mismos, a través de nuestro cuerpo, controlaremos directamente cada título. Para ello el sistema utilizará una combinación de sensor de movimientos, cámara de video y micrófono omnidireccional en un mismo aparato. Podéis ver a que me refiero en este video de demostración:
Si la cosa funciona bien, si el sistema es preciso y la respuesta instantánea, independientemente de las condiciones ambientales o estructurales de la habitación en la que se encuentra (cosa que todavía está por ver), su éxito parece asegurado. Por primera vez podríamos disfrutar del últimamente tan manido concepto de realidad aumentada de forma efectiva, algo que hasta ahora solo se había visto el el cine de ciencia ficción.
Sin embargo existe un aspecto siempre se escapa del foco de interés de las comañías desarrolladoras de sistemas de entretenimiento: la accesibilidad.
Me ha parecido cuánto menos paradójico que en la presentación del Project Natal, el portavoz de Microsoft mencionara que los controladores tradicionales no eran más que una barrera entre el jugador y el juego, porque la realidad es que para personas con ciertas discapacidades, especialmente discapacidades locomotrices, un controlador, un gamepad, un joystick o como lo queráis llamar, puede ser un instrumento genial y más que óptimo para divertirse compitiendo, de tú a tú, con otras personas, con o sin discapacidad, en igualdad de condiciones.
Soy consciente de que el ábanico de posibles discapacidades que puede sufrir el potencial jugador es demasiado elevado como para contemplarlas todas, pero eso no exime a las empresas de intentar suplir un buen número de ellas. Por ejemplo, además de las discapacidades locomotrices mencionadas, ciertas deficiencias auditivas o visuales, serían fácilmente subsanables ofreciendo la posibilidad de modificar la frecuencia de los efectos de sonido, añadiendo paletas de colores alternativas, menús y marcadores personalizables en tipografía, color y tamaño… etc. Concesiones artísticas necesarias, características en definitiva que, a buen seguro, no supondrían un inversión económica demasiado importante para la empresa desarrolladora y que, no obstante, lograrían que millones de personas, hasta ahora lúdicamente marginadas, disfrutaran de las mismas experiencias de entretenimiento que el resto del mundo.
En realidad esto no es nuevo. En el mundo de la tecnología (y los videojuegos se nutren especialmente de ella), en las páginas web concretamente, existen normas, directrices, guias y puntuaciones (como las de la WAI o la WCAG) que permiten que incluso una persona totalmente ciega pueda acceder al contenido de una determinada página. Es más, ciertas páginas institucionales deben cumplir estos requisitos de accesibilidad.
Asi pues, las desarrolladoras tienen la obligación moral de facilitar que, prácticamente cualquiera, pueda disfrutar de sus títulos, y eso incluye el utilizar todos los medios de control que la tecnología pone a nuestro alcance, ya sean joysticks, micrófonos o, por que no, también el movimiento de nuestro cuerpo y sobretodo, no restringir un determinado juego a un solo tipo de control.
Veremos como evoluciona todo, pero un buen principio sería alguna especie de mecanismo de puntuación, visible en el la caja del juego, otorgado por algún organismo independiente en función de las posibilidades de control que ofrece el título. Tampoco estaría de más, aunque tal vez un poco complicado (por no decir utópico hoy en día) que fuera la ley, la que impulsara o incluso estableciera obligaciones para este tipo de medidas.
Esperemos que el avance tecnológico, conlleve también un todavía más necesario avance social.