La telequinesis, la hipotética capacidad humana para interactuar directamente con objetos a través de nuestros pensamientos, ha sido una de las grandes e incumplidas promesas de la ciencia, tan solo abrazada por la utópica dimensión de la ficción. Afortunadamente, y aunque la investigación y sobretodo el desarrollo tecnológico en este campo se encuentre todavía en estado embrionario, la ciencia, muy tímidamente, empieza a ofrecer soluciones para este antiguo anhelo parapsicológico.
Actualmente, ya existen dispositivos que permiten una cierta interacción con determinados instrumentos (como por ejemplo un brazo robótico) a través de las ondas cerebrales. Pueden distinguirse varios tipos de estos dispositivos en función de lo invasiva que resulta la tecnología utilizada:
En primer lugar existen los sensores de ondas cerebrales mediante el electroencefalograma, normalmente en forma de cascos o cintas para la cabeza. Se trata de una tecnología no invasiva, pero que por contra, tampoco ofrece posibilidades de control demasiado precisas. Como curiosidad, existen aplicaciones, como las de Intendix, destinadas a personas discapacitadas cuya función es asistir a la pulsación de teclas o incluso juegos comerciales como Mindflex de Mattel:
A continuación se encuentran los dispositivos que utilizan los denominados sensores de conducción neuronal, mucho más precisos que los anteriores, pues van implantados bajo la piel o incluso en los propios músculos de los usuarios, por lo que aparecen problemas añadidos derivados de la salud como infecciones, hemorragias y otras complicaciones derivadas de la degradación de los elementos del dispositivo en el interior del cuerpo humano. Afortunadamente se está trabajando en solventar los inconvenientes derivados de lo invasivo de esta tecnología. Un buen ejemplo es Audeosensor un dispositivo, que partiendo de esta idea, se encarga de monitorizar y recoger las señales producidas por los músculos faringeos para, en la práctica, conseguir algo parecido a reproducir los pensamientos. Las aplicaciones para personas que sufren problemas en el habla, son obvias.
Y finalmente se encuentran las interficies neuronales integradas. Se trata de electrodos que van implantados directamente en el tejido cerebral (con la consiguiente complicación quirurgica que ello conlleva) y que, hasta ahora venía utilizándose en sentido contrario; usando estos electrodos, no para recoger información proporcionada por nuestro cerebro, sino para estimular ciertas zonas de nuestra red neuronal a través de la estimulación eléctrica. Esta técnica se ha utilizado ya para la estimulación de la producción de dopamina (la hormóna asociada a la felicidad), y técnicamente sería posible utilizar la tecnología para la obtención de datos muy precisos que permitieran utilizar nuestro cerebro como medio de control. Dicha técnica ya se ha experimentado con animales. En el siguiente vídeo podéis ver un simio que controla un brazo mecánico a través de un dispositivo implantado directamente en su tejido neuronal:
Como veis, los avances en este campo son más que prometedores. Además, el periodo de entrenamiento y adaptación para poder controlar esta clase de dispositivos es tan solo de unos pocos días.
Por otra parte, también existen otros desarrollos paralelos que, aunque no parten exactamente de la idea de recoger, interpretas y aplicar las señales que producen nuestro cerebro a través de nuestros pensamientos, sí que comparten la implantación de dispositivos tecnológicos en el propio cuerpo humano para solventar carencias propias de nuestra especie o, sobretodo, ciertos traumas, como por ejemplo los dispositivos implantados en el nervio óptico, con un concepto similar a los sensores de las cámaras digitales, que podrían servir para proporcionar, de momento, algo de visión a ciertas personas invidentes.
Via H+ Magazine (en inglés).
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Hace un par de semanas leía en el blog de rincewind algo interesante al respeto…
De aquí a la dominación mundial, un paso
…si al final «El planeta de los simios» será una profecía y no una novela de ficción 🙂
🙂
Controversias a parte sobre la experimentación con animales, y en concreto con los monos (que se lo digan a Homer Simpson), me parece un campo apasionante y donde, afortunadamente, queda un mundo por recorrer.