Acabo de ver Chrysalis, un thriller policíaco ambientado en un futuro cercano que, aunque como película en sí no es nada del otro mundo, gira en torno una visión bastante particular de la quimera perseguida por la humanidad desde que tiene conciencia de si misma: la inmortalidad.
Sí, lo sé, la idea no es nueva. En películas de ciencia ficción me viene a la cabeza la mediocre «El Sexto Día» y seguro que el maestro P.K.Dick ya ha explorado esta noción en alguna de sus novelas, pero Chrysalis aborda esta fantasía desde un punto de vista especialmente verosímil; a través del almacenamiento y posterior implantación de la memoria de una persona en otro cuerpo. De esta forma se consigue una especie de inmortalidad de aquello que, en esencia, es alguien: sus pensamientos.
Todo esto todavía no es más que una fantasía cinematográfica, pero ya hay gente trabajando en este área. Microsoft por ejemplo, aunque de una forma muy primitiva, está desarrollando MyLifeBits, un software capaz de buscar en la vida de una persona a través del previo almacenamiento manual de sus pensamientos escritos, de sus conversaciones, de fotografías de momentos importantes o incluso otras instantáneas cotidianas.
Teniendo en cuenta que cada vez son más los avances en este campo, que ya no solo sabemos que el conocimiento, memoria y personalidad de un ser humano se almacenan en el cerebro, sino que además empezamos a descubrir en que parte concreta se almacenan los diferentes tipos de datos que conforman una vida. Quizás en un futuro más o menos cercano, seamos capaces de leer la memoria humana y a partir de allí, supongo que solo sería cuestión de tiempo el poder escribir también, esta memoria en otros cerebros.
Tal vez el mayor escollo de esta posibilidad no radique en la tecnología, sino en las repercusiones morales y legales. El derecho de sucesiones y la consideración legal del causante o muerto, tendrían que ser reinterpretados por completo.
Por otra parte, además del dudoso derecho a perpetuar una existencia hasta el infinito, o a seleccionar que existencias merecen ser o no inmortalizadas, estaría el espinoso tema de encontrar un cuerpo huésped en el que almacenar la conciencia. Un cuerpo cuya conciencia original debería ser erradicada, con las consiguientes repercusiones que también esto conllevaría.
Terrenos extraños aguardan al conocimiento humano.