Hacía ya tiempo que debería haber comprado un libro necesario para el curso de inglés que estoy haciendo. La cuestión es que por desidia, por mi mala costumbre de dejar todo para el último momento, me vi la víspera de un ejercicio de comprensión lectora, sin tener el libro si quiera. Así que para no acabar con mi racha de holgazanería, me decidí a comprarlo por internet y leerlo en la pantalla. No es tan cómodo como leer en papel, pero el poder hacer «copiar y pegar» de una palabra que no entiendes y buscar su significado en un diccionario on-line, no tiene ni punto de comparación al lento tedio de utilizar un voluminoso diccionario de papel.
No busqué demasiado, tan solo que estuviera en pdf, por aquello de no tener que instalar ningún software adicional, y llegué hasta WHSmith eBookShop.
Compré el libro. Los problemas empezaron con la descarga que recibí por mi pago: yo esperaba un archivo pdf, pero en su lugar obtuve un archivo muy pequeño con extensión «etd»( WTF!!!). Inmediatamente pensé que había habido algún tipo de error, pero se me ocurrió editar el archivo descargado. En su interior encontré un xml con los datos del preciado título. Indagué un poco por Internet y descubrí que el archivo en cuestión debía de abrirse con un programa gratuito llamado «Adobe Digital Editions» (WTF!!!) que se encargaba de descargar el pdf al que apuntaba el archivo edt y autorizaba mi máquina para que solo ella pudiera visualizar dicho pdf. Ya bastante mosqueado con la pérdida de tiempo y las limitaciones de mi adquisición (solo puedo leer el libro en un ordenador), empecé a leerlo desde el «fabuloso» Adobe Digital Editions. Llegué a la primera palabra cuyo significado desconocía, la seleccioné y me dispuse a copiarla para pegarla en un diccionario. Craso error!!! El programilla me advierte de que no tengo derecho a copiar y pegar texto del pdf que yo he pagado (tercer WTF!!!!).
Esta estúpidez y tiranía tecnológica se conoce técnicamente con el eufemismo de Administración de Derechos Digitales o Digital Rights Management (DRM para los amigos), y es la consecuencia de un pensamiento analógico y desfasado que sigue el erróneo camino de intentar poner barreras al campo.
Acabé de leer el libro, solo por académica obligación, indignado, con el convencimiento de que jamás compraré algo infectado por DRM.
Entiendo que el salto a internet para ciertos negocios, como por ejemplo el de la literatura (sí, este noble arte es también lucrativo), es especialmente complicado. Ya comenté la falta, o por lo menos la escasa oferta, de dispositivos accesibles que puedan alcanzar las ventajas del milenario papel, pero las consecuencias del nuevo virus informático del siglo XXI, el DRM, son insufribles. Se supone que para fomentar el mercado de la venta de libros por internet, deberían incentivar de algún modo el medio. Por eso me parece ilógico y abusivo que puedas hacer menos cosas con un libro tradicional que con uno electrónico. Con un libro en papel, puedo leerlo, prestarlo, fotocopiarlo (al menos técnicamente), subrayarlo, etc… y todo sin que me lloren los ojos. Con un libro electrónico, puedo leerlo y ya está. El DRM menoscaba por completo las ventajas de las nuevas tecnologías.
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Disfruta de tu dinero malgastado te dirán los mamones de adobe. Realmente dudo de que las empresas quieran enterarse de nada ya que están hechas de personas y las personas lo que les interesa es ganar un buen sueldo y cargar el minibar a la empresa.