El poder participar en una conversación directamente con el autor de un blog, o con otros lectores, de forma pública a través de los comentarios de cada entrada, es una de las mayores innovaciones de Internet no solo como medio para difundir información sino sobretodo, para aprender. A diferencia de los medios tradicionales como la radio, la televisión o los periódicos, la web, en un sentido amplio, no es un discurso sordo de un interlocutor solitario, ahora la información fluye en ambos sentidos, estableciéndose un diálogo en el que las fronteras, y en menor medida el tiempo, se diluye hasta desaparecer por completo. He aquí el verdadero valor de ese concepto abstracto tan manido que es la web 2.0: la comunicación.
Tal vez todavía no somos conscientes de esta revolución, de esta democratización tan global de la comunicación, pero estamos sin duda en un punto de inflexión tan o más importante que lo que pudo significar en su época la aparición de la imprenta.
Sin embargo, ante esta promesa de diálogo público, de conversaciones que pueden ser vistas y participadas por cualquiera, no han tardado en aparecer ávidos «usuarios» (las comillas son porqué es un eufemismo) que pretenden utilizar el sistema en su propio beneficio, aunque eso signifique desvirtuar la esencia misma de la comunicación, el diálogo. Me refiero concretamente a los spammers y su actuación en la blogosfera, mediante la introducción de publicidad no deseada en los comentarios de los blogs. Y es que el llegar al artículo de un blog, leerlo y querer participar en el mismo, ya dando una opinión, discutiendo argumentos o añadiendo información y toparse con decenas o centenares de mensajes sobre páginas porno o viagra, hace prácticamente imposible, o por lo menos poco apetecible, cualquier tipo de diálogo. Generalmente, el spam, la publicidad no deseada, no es introducida manualmente por los spammers, pués esto resultaría una tarea tan árdua como poco provechosa. Por eso utilizan robots, máquinas que navegan a la deriva por internet buscando y rebuscando páginas en las que poder dejar su publicidad en forma de comentario.
Sin embargo, los usuarios legitimos, más concretamente los desarrolladores de los sistemas de blogs, han ideado maneras de detectar a estos robot y prohibir su comentario. Existen varios métodos, pero uno de los más extendidos y fiables es el Captcha.
Captcha (Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart) es un sistema para diferenciar a los seres humanos de las máquinas a través de ciertas pruebas que las éstas últimas son incapaces de resolver. En el mundo real, esto se traduce en esos imagenes con carácteres deformados que el usuario ha de leer e introducir para poder registrarse o escribir un comentario en alguna web. Su eficacia es bastante alta, aún así no son infalibles.
Personalmente, y pese a reconocer su utilidad, como simple usuario odio los sistemas de captcha. Son un paso más que hay que dar, otro pequeño derroche ese tesoro que es nuestro tiempo. Por eso me ha sorprendido la inciativa Recaptcha, un servicio que incorpora un valor añadido al propio captcha, pues además de autentificarnos como ser humano, sirven para facilitar el reconocimiento de ciertas partes de libros digitalizados que no han podido ser convertidos a texto plano por las máquinas, concretamente por el software OCR; programas de reconocimiento de texto.
Vaya, me ha quedado un post muy largo, pero espero que sirva para arrojar luz sobre algunas dudas que yo mismo tenía hace algun tiempo.