Yo siempre he creído que el mundo amarillo es el mundo en el que realmente estamos. El mundo que nos muestran las películas, el del cine, es un mundo creado por tópicos que no son verdad, y acabamos pensando que el mundo es así. Te enseñan cómo es el amor, y luego te enamoras y no es como en las películas. Te enseñan cómo es el sexo, luego tienes sexo y tampoco se parece al de las películas. Hasta te enseñan cómo son las rupturas de las parejas. Cuántas veces la gente ha quedado con su pareja en un bar y ha emulado una ruptura de cine. Y no funciona, no funciona porque lo que en el celuloide se despacha en cinco minutos, luego a ti te lleva seis horas y al final no rompes sino que te comprometes a casarte o a tener un hijo.
«El Mundo Amarillo» de Albert Espinosa i Puig.
Siempre me ha fascinado el relativismo que rige nuestras mentes. Y no me refiero al postulado físico de Einstein, sino a la manera única que tenemos cada uno de nosotros de percibir lo que nos rodea, dotando así de un sentido propio a nuestra vida, elaborando una estrategia silenciosa, casi secreta incluso para nosotros mismos, y afrontar así las circunstancias que nos rodean. Solo así se explica que lo que para unos parece bello, para otros sea horroroso, que lo que para unos pueda parecer una calamidad insalvable, para otros no sea más que un pequeño bache o incluso una oportunidad. Se trata, en definitiva, de adaptarnos, no solo para sobrevivir o llevar una vida digna, sino ante todo, una vida feliz.
Por eso me ha gustado el libro “El mundo amarillo” de Albert Espinosa. Albert, al que quizás algunos conoceréis por haber sido el guionista, entre otras películas, de “Planta 4ª”, es un escritor que enfermó de cáncer cuando tenía 14 años y no se curó hasta cumplir los 24. Por el camino sin embargo, perdió una pierna, un pulmón, y un trozo de hígado. Aunque él prefiere decir que ganó un muñón, y un buen puñado de lecciones con las que ser más feliz. Y de eso precisamente trata este libro, nos enseña como los descubrimientos que él hizo luchando contra el cáncer, contra la muerte, tienen más sentido que nunca en el “mundo real”, más allá de los muros de un hospital. Además, se atreve a perfilar el concepto de una nueva clase de relación personal, más allá de la amistad (aunque eso ya, daría para otra entrada).
Uno podrá estar más o menos de acuerdo con la singular visión de la vida que ofrece Albert y en ocasiones da la sensación de que ofrece una visión edulcorada e irreal del sufrimiento humano. Sin embargo, cada pocas páginas, se las arreglará para robarnos una sonrisa o hará que despeguemos unos instantes los ojos de sus páginas, para que en un suspiro, pensemos o soñemos con lo que acabamos de leemos. Tal vez algunos de sus argumentos puedan desbaratarse a través de la lógica. Pero en realidad, no importa. Él se divierte como nadie deshaciendo ideas preconcebidas. Pues al fin y al cabo, de poco sirven éstas sino podemos aprovecharnos de ellas, sino somos capaces de darles la vuelta y retorcerlas con el suficiente pragmatismo para que sirvan de algo. Y en eso, Albert es un genio.
Para acabar, os dejo con el poema de Gabriel Celaya, que utiliza Albert, como introducción a su singular Mundo Amarillo:
No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.
Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.
Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica, te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.
No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
Y descansar: Morir.
Gabriel Celaya