Hace apenas un par de semanas Google le dio un completo lavado de cara a su servicio de almacenamiento de fotos. Y parece que, esta vez sí, los de Mountain View han aprendido de sus errores pasados.
No solo han desvinculado el servicio de Google+ (ya era hora), sino que además de ofrecer almacenamiento gratuito ilimitado de todas nuestras fotografías (redimensionándolas, si es necesario, hasta los 16 megapíxeles) han integrado su famosa tecnología de búsqueda, permitiendo localizarlas por el contenido de las mismas. Por ejemplo, si buscamos «perro» el sistema nos mostrará todas las fotografías donde aparezca este animal. Y por lo general, si utilizamos términos no demasiado concretos, este buscador funciona sorprendentemente bien.
Sin embargo, la verdadera característica diferencial de Google Fotos y que probablemente se acabe convirtiendo en el principal argumento para convencer a los usuarios, radica en haber logrado dar visibilidad a nuestras todas nuestras fotos, tanto a las más recientes como a aquellas que teníamos olvidadas.
Hace algunos años, cuando solo existían cámaras de fotos analógicas, uno economizaba sus disparos, pues la mayoría de los carretes no permitían más de una treintena de fotos. Además, por aquel entonces, las fotografías existían exclusivamente como elementos físicos y no como un conjunto de ceros y unos en forma de archivos informáticos. Curiosamente estas limitaciones provocaban que valorásemos más nuestras capturas y nuestros intentos de tomar las mismas. Disparábamos con más cuidado para no quedarnos sin espacio en el carrete y cuando revelábamos las fotos eramos más conscientes de ellas pues, al fin y al cabo, se habían convertido en objetos tangibles que ocupaban espacio en nuestras casas.
Hoy en día, sin embargo, somos muchos los que disparamos a diestro y siniestro, sin apenas mirar una sola vez las fotos que tomamos. Es cierto que redes sociales como Instagram, Flickr o 500px ayudan a que nuestras fotos no caigan en el olvido (o por lo menos, no lo hagan tan rápidamente), pero no hay que olvidar que, en la mayoría de ocasiones capturamos fotografías porque es un modo de congelar y guardar recuerdos. Recuerdos que, por otra parte, corresponden a nuestra esfera privada y, por tanto, solo queremos que sean accesibles para nosotros mismos y para los nuestros. La consecuencia inevitable es que, como contagiados por una especie de síndrome de Diógenes Digital, una creciente miriada de archivos gráficos acaba pérdida en nuestros sistemas de almacenamiento.
Y aquí es donde entra la característica estrella de Google. Tanto la web como las apps de Google Photos (de momento disponibles en IOS y Android) sugieren collages, colecciones, panorámicas y vídeos creados automáticamente a partir de toda nuestra colección de fotos. Para ello se sirve de la fecha de la captura, la localización e incluso la detección de rostros y objetos. Y lo hace sorprendentemente bien. ¿Ese viaje a Portugal hace casi una década? ¿Aquél fin de año con familiares que ya no están? Google los agrupa y los va recordando.
Obviamente, el servicio no es perfecto, y adolece de algunas carencias que se han de tener en cuenta, especialmente para aquellos que sean profesionales o incluso entusiastas de la fotografía:
- No es posibe editar los metadatos de las fotos.
- El editor de fotos, pese a no estar mal, ha perdido potencia respecto a cuando el servicio estaba integrado en Google+.
- Aunque las fotografías sean de una resolución inferior a 16 megapíxeles, el sistema las comprime. No obstante, he de decir que realiza una gran labor de compresión y es muy difícil apreciar una pérdida de calidad.
Finalmente, y pese a todas las bondades mencionadas, mencionar los potenciales peligros que supone este nuevo servicio para nuestra privacidad. Tan solo hay que imaginar los perfiles que Google tiene de cada uno de nosotros, por muy «anonimizados» (las comillan están escritas adrede) que estén: Qué buscamos en internet, por donde navegamos, qué móviles y qué apps usamos, por donde nos movemos y, ahora, todo lo que nuestras fotos les revelan.
Aún así, el servicio funciona francamente bien y es de esperar que siga mejorando con el paso del tiempo. Pero… ¿merece la pena seguir cediéndoles parcelas de nuestra vida privada? La respuesta la tiene cada uno de nosotros.