– ¿Acabó la función? Pareces vencido.
– Acabo de pillar a Tara riéndose con otro hombre.
– ¿Seguro que no estaban sólo… besándose?
– No. Se estaban riendo.
Las series de abogados, en general, me aburren. Y lo dice alguien que ha estudiado Derecho.
No suelen ser más que una sucesión tediosa de tecnicismos orquestados por actores con más o menos carisma bajo la que, muy cinematográficamente, se esconde un oscuro y, a menudo, diluido ideal de justicia que lucha por imponerse.
Sin embargo Boston Legal me gusta precisamente porqué es todo lo contrario a eso. Es una serie de abogados tan inverosímil que podría no ser de abogados. Aquí las leyes, los tribunales, los casos… son algo secundario.
Todo el atractivo de Boston Legal, todo el peso del argumento, de los chistes, todo el carisma, recae sobre los dos protagonistas principales: Danny Crane (William Shatner), una leyenda del derecho, un mito venido a menos aquejado de un incipiente Alzheimer y Alan Shore (James Spader), un brillante y brutalmente honesto «mercenario» de los tribunales. Los demás personajes son meros comparsas para estos dos héroes. Porqué en realidad son eso, héroes. Dos personajes tan épicos como mujeriegos y que en la inmensa mayoría de los casos salen indemnes y victoriosos de todos los litigios. Poco importa el sentido de la ley. Ellos son capaces de imponer, por encima de todo y de todos, su perspectiva, su voluntad, a través de ingeniosos argumentos y tretas «sexo-legales».
Lo dicho, una serie desenfadada que, pese a lo que pueda parecer (o al menos esa es la impresión que tuve yo a priori), logra, sin demasiadas pretensiones, su principal cometido: entretener.
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Hay dos momentos en cada capítulo que me gustan mucho:
1) Cuando Alan se levanta a soltar un rollo y hace creer al jurado que están debatiendo sobre una verdad más grande que el propio caso; que están juzgando a toda la sociedad en lugar de únicamente a un individuo o empresa.
2) Cuando salen a la terraza con su puro y su whisky.
Respecto al primer momento que comentas, al principio era lo que me sacaba más de quicio. Porque Alan siempre suele ser capaz de ganar los casos, por evidentes que parezcan. Y no a través de tecnicismos legales y tal, sino apelando a los sentimientos personales de los jurados o incluso de los propios jueces (WTF!!!). Pero ya me he acostumbrado, no se trata de un documental, es una serie de ficción, una comedia… y bastante buena por cierto.
En cuanto al segundo momento, totalmente de acuerdo, genial. Me encantan los momentos de lucidez de Danny Crane, su extraña sabiduría de alguien que esta de vuelta de todo y que probablemente ya haya llegado a su zenit intelectual.
Sin olvidar por cierto, cuando se cuela la "persona bajita"… jejeje.