Si no habéis estado viviendo bajo tierra, estaréis al tanto del revuelo ocasionado por Cecilia Giménez, una octogenaria, vecina del pueblo Borja que, aunque de forma bienintencionada, realizó un auténtico destrozo al intentar restaurar un «Ecce homo» (representación litúrgica de la imagen Cristo) que data de 1930, pintado sobre el muro de una iglesia del pueblo. La noticia recorrió el mundo entero (llegando a la prensa de países tan distantes como Irán, Japón o las Islas Virgenes), despertando tal nivel de atención en la opinión pública que, la anciana Cecília, ante la presión de los medios de comunicación, llegó a sufrir una crisis de ansiedad.
Pues bien, lo cierto es que, a pesar del desafortunado esfuerzo artístico de la «restauradora», gracias a su actuación, el pueblo ha recibido una afluencia de visitantes nunca vista. Concretamente más de 30.000 personas han visitado Borja para ver el famoso «Ecce Homo». A raíz de esta avalancha de turista, la fundación Hospital Santi Spiritus, propietaria del santuario donde radica la pintura, decidió empezar a cobrar por acceder al templo, y en tan solo 4 días han llegado a recaudar 2000 euros. Ello ha provocado que Cecilia y su familia reclamen una parte de este importe, pues ella es la autora de la polémica «restauración».
En mi opinión, a nivel legal no tiene nada que rascar. Imagino que los abogados que representan a Cecilía intentan que el resultado de su imprudente comportamiento tenga la consideración de obra derivada según la Ley de Propiedad Intelectual Española, pues de esta forma tendría la misma protección que cualquier obra original y podría exigir una remuneración por la explotación de la misma. No obstante, la legislación en este aspecto es clara (artículo 41 de la Ley de Propiedad Intelectual), y para poder considerar una obra como derivada exige la autorización del autor de la obra original o, en su defecto si se trata de una obra de dominio público (como es el caso), que la obra derivada no suponga una menoscabo a la integridad de la obra original (cosa que, obviamente, se ha producido).
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Menoscabo no… lo que lo ha mejorado! Ha convertido una obra pictórica de un estilo concreto a otro estilo más actual hoy en día (podría ser cubista, surrealista o incluso abstracto). Hoy en día se llevan más estos estilos. Sino que se lo digan a Tàpies, en paz descanse eso sí. Un gran autor, que una sencilla y simple cruz negra suya valía miles de euros y las ponía por todas partes.
La octogenaria hizo algo un pelín más complejo que las crucecitas negras de Tàpies pero la menospreciamos… pobre mujer 😉
¡Jajajaja! Si su «arte» podrá estar muy bien. Es más, recuerdo como en alguna ocasión habían colado algún dibujo de un niño pequeño en alguna feria como ARCO y más de un crítico había alabado las habilidades del genio en cuestión.
El verdadero problema surge cuando tu arte nace a costa de atentar contra la integridad de otra obra (prácticamente se la ha cargado).