Se arrastraba a si mismo, cabizbajo y sin rumbo, hastiado de recorrer una y otra vez los mismos caminos que conocía tan bien, pues parecía llevarlos grabados bajo los pies, como una cicatriz latente que no acabara de sanar. Pero esos caminos jamás le habían llevado a ninguna parte; estaba perdido en el lugar que mejor conocía. Hasta que una tarde, se topó con algo que brillaba en el suelo. Irresistiblemente atraído por su descubrimiento, se acercó y la vio: era en una palabra abandonada. Al agacharse para recogerla, vislumbró otra a escasas metros. Empezó a seguir el rastro de palabras y cuando quiso darse cuenta, se sorprendió a si mismo caminando por encima de las nubes.
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